19 de diciembre de 2013

Juegos de barro

Por Soledad Cadena

Te pusiste a llorar torrencialmente, como buscando generar un segundo diluvio universal y apenas inundaste un par de calles, arrastrando algunas casas. 
Frustrado, lanzaste electrizantes improperios que terminaron cercenando  los desvalidos brazos de los árboles. 
Sacudiste la túnica de nubes viejas, desatando un polvillo sucio y milenario que cubrió de gris las montañas. 
Somos tu lado oscuro, viejecillo, y nada de eso te alcanza, doctor Jeckyll, doctor Frankestein. ¿Acaso pretendes borrar de un solo tajo tu incontinencia creadora con meras bravuconadas? ¿A quién le pedirás consejo ahora? Ahora que agotaste el omni de tu potencia, ahora que perdiste el omni de tu presencia, ahora que olvidaste el omni de tu sapiencia...
Hitler podría ilustrarte sobre exterminio masivo, si quisieras.

Debes reconocerlo: tu creación se te salió de las manos hace tiempo. Cansado del juego, quisiste abandonarlo pero, ¡oh sorpresa!: no hay nadie a quien ceder el turno, nadie más lanza tus dados, nadie más mueve tus fichas, nadie sacará por ti un conejo de un sombrero de gran copa ¿Creíste en el sofisma de las tres personas? Pues no, no estás soñando. No sirve de nada que te concedas cinco siglos más de sueño, que apagues tu despertador, gires sobre tu cama y te arropes dándonos la espalda. Tú te metiste, tú te sales. Punto.

Hace siglos te pareció muy divertido y fácil. Imaginar verdes sinuosidades y llamarlas montañas; un chasquido de tus mágicos dedos y hacer aparecer un mar por aquí, la luna con sus caras por allá, el sol de camaleónicos reflejos naranja, rojo o amarillo, oculto más allá; tu pincelada oscura y fue la noche, tu pincelada alba y se hizo el día. Cardar un tanto tus cabellos blancos para arrojar así manotadas de nieve y con un parpadeo escurridizo, dejar brotar el agua. ¡Qué maravillas Señor, qué maravillas!

¡Pero tenías que jugar con barro!... ¿por qué tuviste que jugar con barro? ¿Acaso aún no comprendes que el barro es tu manzana?

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