“Huir de la muerte siempre es más digno que entregarse a ella”
Imagine
al mundo muriendo de sed. Literalmente. Imagine la migración de millones de
seres humanos en busca de los últimos ríos a través de territorios sometidos
por el calor y asfaltados por los cuerpos secos de aquellos que no soportaron
más. Imagine la guerra letal por la posesión de las últimas reservas, de los
últimos galones, de las últimas gotas de agua.
Imagine sentir la garganta
desgarrada por la falta de saliva, el no poder llorar porque ya no se tienen
lágrimas, el desfallecimiento del cuerpo que no responde a los llamados de la
voluntad que se obstina, mientras los buitres revuelan descarada pero
pacientemente a la espera de su rendición. Imagine en medio de este panorama
hostil dos personajes unidos no sólo por la sed, sino por la certeza de que “Ambos sentían que se les había envilecido
el alma…”.
Ese
imaginario es “La sed”, la novela del
escritor, periodista y fotógrafo colombiano Enrique Patiño publicada en 2013
por Seix Barral. Patiño, quien actualmente reside en Holanda, recrea en su obra
un escenario cada vez menos apocalíptico si se tienen en cuenta los absurdos de
la sociedad actual en los que el consumo desaforado, la sobrepoblación y la
falta de conciencia ambiental están mermando los recursos naturales y acabando
con las fuentes hídricas.
“La sed” es una novela poblada de
imágenes en las que el plástico le ha ganado el dominio del cielo a las aves, y
los ojos desorbitados de las muñecas infantiles parecen haber reemplazado a las
antiguas flores. Esta obra permite adentrarse en la condición humana y sus
insospechadas respuestas cuando se le somete al límite de sus fuerzas, cuando
se transita en ese peligroso espacio entre la razón y la locura. Y es que “el amor al prójimo es algo que se hace
cuando el corazón propio está colmado, y ni siquiera eso permite la sed.”
Hace
un par de días alguien me preguntó qué libro me gustaría llevar al cine. No
tuve que pensarlo dos veces. Mi respuesta fue “La sed”. Ahora bien: mientras lee la novela le aconsejo tener un
vaso de agua cerca. Bébala con calma. Saboree cada trago como si fuera el
último e imagine finalmente qué tan lejos estamos de ser una sociedad en la que
se paga con agua o se muere de sed.
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