28 de marzo de 2014

El día equivocado


Por Mary Zamora

-       ¡Señor Matthew, por Dios, cómo me dice que le incumplimos con la entrega, si hoy es lunes!  -  se defendía el señor Villa
-       ¿Me toma usted del pelo?- espetaba a su vez el señor Matthew con voz airada al otro lado del auricular- hoy es martes, señor, martes 14 de febrero.
-       De ninguna manera pretendo ofenderle, (y esta vez Villa trataba de infundirle a su voz un tono conciliador), pero le suplico que rectifique en su calendario.
-       Señor, no seguiré discutiendo con usted. Doy por terminado nuestro contrato.
Al otro lado de la línea, el señor Villa debió retirar el auricular para que no lo hiriera el golpe con que el señor Matthew descargó el teléfono. Salió penosamente de su oficina, resoplando, para gritar con todas las fuerzas:
-          ¿Qué día es hoy?
-          Lunes, señor, - contestaron al unísono los empleados- Lunes 13 de febrero.
-          ¿Están todos seguros?
-          Por supuesto señor,
-          ¡Maldita sea!, entonces porqué Matthew asegura que hoy es martes.
-          Señor, eso es imposible.
Y, como iluminados por la misma idea, procedieron a sacar  y revisar sus calendarios: era martes 14 de febrero, día de San Valentín y en los hoteles del señor Matthew no había flores.
Imposible. Absurdo. El señor Villa, como idiotizado, regresó a su oficina y se dejó caer en el sillón. Cerró los ojos. Se impuso dormir. Tal vez, con la presión de la entrega del pedido, se había levantado antes de que sus sueños terminaran de transferirse de nuevo a la almohada. Sí, eso era. Dormir un poco más.
Afuera, los empleados atónitos rectificaban una y otra vez la fecha, revisaban diferencias horarias más que conocidas, indagaban con las empleadas de planta, con los porteros, en fin. Todos coincidían en que debería ser lunes, pero inexplicablemente era martes.
Desafortunadas escenas como la ocurrida en la empresa floricultora del señor Villa se repitieron sin cesar durante todo el día, llevando a la gente al borde del paroxismo. El primer mandatario, en alocución presidencial, no tuvo más remedio que aceptar que en todos los calendarios de la nación era martes 14 de febrero. En  consecuencia, solicitaba que cualquier acreencia o compromiso adquirido para el día inmediatamente anterior, es decir el Lunes 13, debía ser pospuesto, anulado o, en su defecto, aplazado para el próximo lunes. También explicaba  que si nos fijábamos bien, únicamente faltaba el lunes 13 de febrero y por tanto, no debíamos preocuparnos más de la cuenta.
Dichas declaraciones tranquilizaron en algo a los aterrados habitantes mientras el insólito caso del país sin lunes era registrado en los medios de comunicación de todo el mundo.
La semana transcurrió en aparente calma. Muchas personas, por prevención, miraban sus calendarios antes de salir de casa y comprobaban aliviados que se encontraban en el día correcto.
De otro lado, científicos de las áreas más disimiles, vinieron al país para tratar de explicar semejante fenómeno. Visitaron fábricas, oficinas, hogares, plazas, universidades; entrevistaron personas de las más variadas condiciones; tomaron muestras de sangre, de orina, realizaron test de rendimiento laboral, de personalidad, recogieron fragmentos de tierra, realizaron mediciones en los niveles de ruido, en la calidad del agua y hasta en los niveles de radiactividad. Las conclusiones y resultados de dichos análisis serían dados a conocer el lunes.
¿Qué ocurrió?
Tal y como lo temían algunos de los investigadores, el lunes 20 de febrero tampoco llegó. El país entró en una especie de psicosis colectiva al confirmar que en lugar de lunes 20 era martes 21. Las calles se llenaron de gente que se debatía entre el temor y la violencia. Un vocero del equipo investigativo transmitió las conclusiones en cadena nacional. En resumidas cuentas, se trataba de un episodio de deuterofobia de masas nunca antes visto:
“La deuterofobia es la fobia a los lunes. Sus síntomas se presentan especialmente la noche del domingo y consisten en pesadillas, decaimiento, ansiedad,  sudoración y hasta taquicardias. En países como el vuestro, donde las jornadas laborales son excesivas y la retribución económica no compensan tal esfuerzo, sumado a otra serie de factores, hacen que la fobia al lunes sea común; creemos que habéis sincronizado vuestra energía mental deseando que no llegue el lunes y lo habéis logrado: no volverá a menos que lo deseéis con la misma intensidad con que habéis deseado que se vaya.” 
El informe era concluyente. Todos tenía parte de culpa en lo que estaba ocurriendo. Surgió entonces un movimiento pro-lunes que exhortaba a los ciudadanos a desear el regreso del día perdido. Entre tanto, y como era evidente que no había consenso a favor o en contra del regreso del lunes, el país debió adaptarse a su nuevo calendario poco a poco. Lo más extraño – si es que puede haber algo más extraño -  era que en los calendarios, los lunes seguían figurando hasta la noche del domingo. Hubo quienes se dedicaron a observar durante toda la noche de muchos domingos, calendario en mano, en qué momento específico el lunes se esfumaba. Algunos decían haber observado cómo, a eso de las 3:30 de la madrugada, la fecha y el nombre lunes se iban borrando silenciosamente. Otros aseguraban que el fenómeno ocurría a la media noche y algunos más, que no era posible fijar una hora exacta, pero que siempre ocurría antes del amanecer. Los del movimiento pro-lunes, se reunían los domingos en la noche a diferentes horas y, con toda la fuerza de su deseo, trataban de asir al día esquivo, pero en vano.

Los meses pasaban y el país, sin lunes. Con el tiempo, aquella situación en principio tan extraña, se hizo normal. Era cuestión de asumir su nueva realidad y en eso andaban la mañana del martes 18 de agosto, cuando un ejecutivo salió disparado de su edificio, gritando como un demente:
-       ¿Es martes, verdad, martes 18 de agosto?
Los transeúntes no respondieron. La experiencia aconsejaba consultar el calendario: era miércoles 19.



El día equivocado - (c) - MARISELLA ZAMORA

10 de marzo de 2014

Lapsus inconexus

Y tengo este silencio espantoso para que grite el alma…
Y tengo en mi mano la certeza del espejo mostrándome cuántos años envejecí en un segundo: en el segundo fatídico de la resignación. ¿Por qué no escucho el aturdimiento?
Aturdí. Miento. Renací. Miento. Entendí. Miento. Nos capisco. Miento.
                                               Miento
                                                                      Miento
                                                                                              Miento 
Aún lo más cercano me es completamente ajeno. ¡Tanta desnudez dilapidada!
Ahora debo cocinar. Luego, debo limpiar. “¿Me trae un plato de Sentí - miento a las finas hierbas, por favor?” Todos los aguacates están tiernos y cuando los toco, al mejor estilo de las abuelas catadoras, siento en mis dedos sus gritos verdes.
De algún lugar de La Mancha me llega un olor: “para no verte tanto, para no verte siempre, en todos los segundos, en todas las visiones…” No, perdón, no es un olor: es Silvio cabalgando en su unicornio azul.
¿Quién fue el imbécil que dijo eso de “querer es poder”? Malditas frases de autoayuda, siempre tan destructivas.
Io non sono una ragazza, por ende, NO PUEDO. Sigan creyendo en eso, ingenuos. Sigan creyendo en Coelho y sus obvias sentencias disfrazadas.
 ¿Y en Nietzsche? Lamento decirte que después de leerte siento más culpa, más remordimiento, más temor de Dios. ¡Que se evidencie mi analfabetismo filosófico!
Ahí está de nuevo tan deportivamente... Literalmente…
Y los vecinos que quieren hablar conmigo. ¿De qué quieren hablarme, viejos libidinosos? No pueden despegar sus miradas ebrias de mis senos aún en alza. ¿Cómo retendré los escasos restos de primavera? ¿Quieren hablar del clima capitalino sólo para quejarse de lo único hermoso que aún le queda a ésta ciudad? ¿De lo único que tantos depredadores propios y foráneos aún no han logrado dañar? ¿El clima? ¿La lluvia? Deberían largarse de una buena vez.
La solución no es el tercer carril, Alcalde. Hablaré de política con mis loros. Están de acuerdo: a todo me contestan: "¡Hurraaaa!" 
Una paloma desafía su instinto natural y cruza la calle caminando, muy oronda, contoneándose. Hablaré también con ella:
“La política debería interesarte, le digo: ¿qué tal que quieran sacarte de los aleros de la Catedral Primada con chorros de agua? ¿Y si te envían al ESMAD para que desalojes la Plaza de Bolívar?
Huye despavorida. No hablo el lenguaje de las palomas.
¿Les conté que murió mi adorado Pánfilo?
Bueno, al fin encontré un aguacate que no grita desesperadamente cuando le toco y que se alegra de acompañar mi ajiaco. (No saben qué es ajiaco, ¿verdad?)
Josefa canta sola. Ella canta sola. Solalalalalalalala……
…viene deportivamente...pero hoy me importan cinco el abdomen plano, las uñas y las cejas arregladas. Hoy soy un árbol inmóvil y añoso.  
El olvido es un lujo que pocos pueden darse ¿Y qué es la costumbre sino el doloroso arte del fingimiento?
“Todo está bien: el verde en la pradera”, diría Carranza. Los vecinos pensarán que soy antipática. Esbozo una sonrisita insulsa:
“Bien vecino, muchas gracias”,
“sí, qué frío está haciendo hoy”
“Ahora sí se metió el invierno, toca que no se moje, vecinita”, contesta el muy majadero.
¿Qué hago con el cuenco vacío de mis manos? ¿Mis pobres extremidades que se ramifican débilmente? Tal vez deba podarlas.

Silvio ya está de regreso. Llora. Ha perdido su unicornio. ¡Cómo si fuera el único que ha perdido algo azul!