30 de septiembre de 2017

MARIFIESTO


            Por Mary Zamora



  • Regla de oro: si no tiene nada para decir, por favor no lo diga. Las palabras inoficiosas, aquellas que ven la luz forzosamente, son meras sombras de la imagen que pretenden reflejar.       

  • La literatura es una manera de perdurar en el mundo; si una obra no soporta los embates del tiempo, es una falsa tabla de salvación a la que más vale no asirse.

  • La literatura es también comprensión particular del mundo; por ende, si esa mirada personal no encuentra eco en otros seres humanos, sino que retumba con molestia en el estrecho recinto del autor, seguramente es porque aún no ha comprendido nada.

  • Escribir es un oficio que surge desde la honestidad, desde el trabajo juicioso conjugado con la hora propicia. De otro modo, no es más que fabulación y engaño, para sí y para quien tenga la mala fortuna de leer un escrito que vulnere esas simples premisas.

  • La literatura es la rebeldía constante, la duda permanente, la búsqueda incesante. Por ello, el escritor honesto no milita en un partido, raza o religión, puesto que su óptica son todas las ópticas y su concepción del mundo no está viciada por los sesgos que obnubilan a las masas. El escritor toma una distancia justa que le permite narrar sin pertenecer y pertenecer sin perderse.

  • La literatura es una realidad por sí misma, una realidad transformadora, capaz de mostrar distintas posibilidades de distintas realidades.


  • La literatura debe mostrar lo inconmensurable, lo ilógico, lo absurdo, como perfectamente posible, y ello solo se logra cuando es abordada desde la pureza del acto creativo y la paciente certeza de la soledad.

  • Escribir es labor casi sencilla si nos atenemos a una única fórmula basada en el uso de los recursos del lenguaje. Sin embargo, a duras penas llegaría a ser material de temporada.

  • La premura es enemiga de toda forma de arte. 


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