19 de mayo de 2017

MIEDO


Por Mary Zamora












Un hombre abrió su puerta y solo halló vacío.

No encontró la casucha del odioso vecino,

ni  la acera cubierta de excremento y cigarros,

ni el olor de la lluvia reposada,

ni el frío con su navaja en las montañas.

Solo estaba el vacío,

solo estaba el silencio,

y solo estaba el hombre asido del picaporte

ante la grieta inmensa,

ante la profundidad,

y solo estaba el hombre, efigie horrorizada

con los ojos quebrados y libres de sus cuencas

y un dolor de metralla regado por la piel

hecho de exudación y de convulsiones pétreas

sujeto al picaporte, sujeto del azar,

sujeto de la estirpe de los Samsa

o de los Frankenstein, o de los Hyde

sujeto en todo caso, que se suelta,

que cercena la cinta umbilical

que sabe que precisa un solo paso

un simple paso al frente, o hacia atrás

pero sabe también que es sólo un hombre

y le asiste el derecho de llorar.



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