8 de junio de 2015

MI CIUDAD AJENA

Por Mary Zamora

Duele aceptarlo, pero una de las condiciones inapelables para mejorar mi calidad de vida es marcharme a vivir a otro lugar. Me siento víctima de un desplazamiento silencioso pero constante. Y no hablo del desplazamiento originado por la violencia en los campos que obliga a sus pobladores a emprender la huida hacia los cascos urbanos en aras de preservar al menos su integridad física, no, no sufro ese doloroso desplazamiento, ese triste desarraigo, 
Hablo del desplazamiento del que somos víctimas los bogotanos de origen que cada vez contamos con menos espacios de identidad propios, de unidad como ciudad, ocasionado por la mezcla irrefrenable, por la avalancha invasiva de culturas que si bien enriquecen y alimentan, en un momento dado también anulan e invisibilizan  al bogotano nacido aquí, haciendo que cada vez parezcamos más un espécimen en vías de extinción. 

Pero, ¿a qué se debe todo ello? Evidentemente a la centralización del poder económico y político que se concentra en Bogotá y que no ha permitido que las demás urbes ofrezcan oportunidades de empleabilidad y progreso como las que, tal vez en apariencia, ofrece la capital. Si ese modelo cambiara, muchos de los problemas que hoy sufre la ciudad desaparecería.Si se les diera más autonomía a las regiones, si algunos de los hilos del manejo del país procedieran de otras madejas y no solo de las fastuosas oficinas citadinas, las oportunidades se repartirían de manera más equitativa por todo el territorio nacional. 

Y es que en esta ciudad que los recibe a todos con su bocanada de frío, esta ciudad de todos y de ninguno, es pan de cada día escuchar las quejas, reproches, reclamos y críticas de aquellos que sienten defraudado su sueño de hallar aquí mejores condiciones de vida: que si el clima, que si lo trancones, que si la inseguridad, que si los huecos, que si el Alcalde, en fin, podría deducirse entonces que nada de Bogotá les gusta, que todo les resulta malo y reprochable. 

La pregunta es, ¿por qué no se van? ¿Por qué no han regresado a sus terruños, a sus pueblos, a sus ciudades de origen? ¿Por qué si todo les choca, si odian al Alcalde, si el clima les aflige tanto, no se devuelven a sus tierras? ¿Por qué siguen aquí todos aquellos que no experimentan ningún sentido de pertenencia por este lugar y por ende no tienen inconveniente en botar sus basuras en cualquier calle, en irrespetar todas las filas, colarse en Transmilenio, ensuciar todas las paredes con sus proyectos de graffiti frustrado, acabar a pedradas las fachadas de las casas o las estaciones del sistema cada vez que su equipo de fútbol no gana, por qué siguen aquí todos aquellos, siendo bogotanos o no, que educan a sus hijos con el estúpido ejemplo de "el vivo vive del bobo", todos esos cansados de nacimiento que no ceden la silla, todos esos adeptos del "meimportaunculismo" , todos esos que creen que sus mascotas defecan florecitas y por ello no las recogen? Me pregunto porqué no se irán y nos dejan aquí a quienes realmente amamos a esta ciudad hermosamente fría y gris, bogotanos o no, para reconstruirla palmo a palmo, calle a calle, barrio a barrio, vida a vida. 

Quizá no se van porque ya echaron raíces, esas raíces que crecen hacia arriba en un mínimo apartamento de interés social;quizá no se van porque tienen un empleo o porque en el rebusque les va bien; quizá no se van porque en últimas y a pesar de todas sus quejas hallaron aquí lo que no supieron construir allá,; quizá no se van porque ya se sienten bogotanos; quizá no se vayan nunca y quizá por el contrario llegarán muchos más. Usarán y abusarán de esta mísera ciudad desmigajada y al igual que los otros, también se quedarán y entonces quizá más bogotanos como tú o como yo tendremos que partir para ceder a otros el orgullo de decir "soy bogotano".

Quizás. 


2 comentarios:

  1. Muy cierto y aunque nuestra ciudad les da la bienvenida a todos, ninguno la hace propia para respetarla y luchar por su crecimiento, creo que ni los de aquí lo hacemos.

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  2. Tristemente el mismo fenómeno se vive en mi Villavo del alma, creo que es una vaina más bien cultural o acultural, si tenemos que ser más precisos. No se inculca de manera alguna el amor por lo propio, ni siquiera se siente que es propio, nadie siente que la calle es suya, aunque viva allí, ni que el espacio público es de todos y por ende hay que respetarlo. Cada mañana, transito las calles de mi barrio (el único en el que han residido mis sueños por siempre, aunque haya vivido en otros lugares), para llevar a mi hijo al colegio y es toda una proeza saltar de borde en borde para no pisar lo que podríamos llamar un campo minado de esas olorosas florecillas de que hablas y esquivar las esquinas en que se reunen los viciosos y atracadores a fumar porquerías. Volví solo para estar patinando tristemente entre la melancolía del hogar y el asco que me empuja a irme. Hemos retrocedido a la edad media, en que se caminaba sobre los excrementos por la sencilla razón de que aún no se habían inventado las baterías sanitarias y cada tramo de la vereda era un riesgo porque se vivía en guardia contra los asaltantes. Cada vez me convenzo más de que la humanidad involuciona, no evoluciona. Es una vergüenza total, caminar entre el estupor y la amargura de sentir cada día que tu ciudad, tu pueblo, tu barrio, no es tuyo, es tierra de nadie.

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