19 de marzo de 2018

#LoQueLeo: Un mundo feliz

Por Mary Zamora

"Todo condicionamiento va hacia esto: hacer que la gente ame su inevitable destino social."


Imagen tomada de: http://www.langostaliteraria.com/un-mundo-feliz-y-seis-puntos-para-dominar-al-mundo/


     Muchas páginas se han escrito en torno a esta obra de Huxley y sin embargo, aún leyendo todas esas páginas, no es posible hacerse una idea particular de la novela sin leerla, sin apreciarla en cada uno de sus párrafos, sin aprehender cada una de sus máximas, cada uno de sus sarcasmos, alusiones y simbolismos. 

     Mi primera impresión al leer "Un mundo feliz" es de un profundo desagrado. No por la obra en sí misma que ha sido considerada con mérito más que justo, una de las cien mejores novelas del siglo XX por el diario Le Monde; no por la manera de narrar del autor que hace fácil y amena la lectura al permitir el desarrollo de la trama sin ambages; no por el mundo futurista que inventa ya en 1932 en cada uno de sus detalles de forma fantástica, sino más bien por ese escenario terrible, indeseado pero cada vez más posible que nos muestra; ese escenario donde se suprime la individualidad del ser humano, el arte, la literatura, la ciencia, la iniciativa, la fe, el amor, las pasiones, los padres, las madres, la diversidad e incluso el olor corporal, la enfermedad y los achaques de la vejez, todo en aras de mantener un estado de cosas manipulado, un orden mundial aparentemente perfecto y estúpidamente feliz por cuenta de la evasión que proporciona el soma; un gran y único Estado en el que "todo el mundo pertenece a todo el mundo" justamente por que no puede ser de otra manera; justamente porque se han suprimido todas y cada una de las otras maneras. 

     La segunda impresión que me deja es la de una gran familiaridad con lo que es la civilización actual. Para la época en que Huxley escribió "Un mundo feliz" ya alcanzaba a vislumbrar los grandes vicios de una sociedad donde la tecnología alcanza usos que van desde lo absurdo hasta lo peligroso. "Crear" a las personas en laboratorios dotándolas o privándolas de características en atención a una rigurosa ley de castas, y condicionarles para cumplir únicamente éste o aquel papel dentro del engranaje social, es ya suficientemente grotesco. Pretender que la realidad, el dolor o el sufrimiento se pueden y se deben evadir dándose unas "vacaciones" en forma de gramos de soma, también lo es. "Sí, muy propio de ustedes. Librarse de cualquier cosa desagradable en lugar de aprender a soportarla." , nos dice John, el Sr. Salvaje, uno de los personajes principales de la novela. "No sufren ni luchan. Se limitan a abolir las pedradas y las flechas. Es demasiado fácil."

     Pretendo simplemente recomendarles que no se priven del placer de leer esta obra magistral. No los dejará indiferentes. Su altísima carga erótica y sexual y la coexistencia en un mismo ser de los dos mundos, uno, el viejo, imperfecto y desgraciado, y otro, el futuro, perfecto y "feliz", desencadenarán un final digno de Shakespeare para el que no se necesita la alegría amañada de ningún tipo de soma. 





No hay comentarios:

Publicar un comentario