28 de agosto de 2016

DIÁSPORA


Por Mary Zamora


Balele nos saluda con su compás de tambores...
con su sol moribundo en el horizonte y su piel de ébano brillante, para envolvernos con sus arrullos de arena y fuego…

 ….Balele es una noche y es un día; Balele es como un siglo eterno, o  como una lágrima indecisa resbalando por la senda del desconsuelo o del júbilo…

“Balele”,  grita el hombre de brazos y piernas fuertes; el hombre sustento, el hombre protector, el hombre recio y fogoso, el hombre intrépido que se desliza y se mezcla entre las sombras, con la misma agilidad de un guepardo; con la misma imponencia de un león....

"Balele",  dicen las mujeres que llevan en sus caderas el sensual movimiento de las olas, y que elevan altivas las cabezas, coronadas por una maraña de cantos de aves nocturnas...

Balele para ellos, para todos ellos, diáspora portentosa, hermosos seres que cuando ríen, nos bendice con la visión de las estrellas dormidas en su boca, las mismas estrellas que sus ancestros milenarios, atraparon una vez con la atarraya...

...y es su carcajada como mil cascabeles juntos,
...y es su silencio reflejo del dolor inacabado de una raza,
...y son sus manos el artilugio de los dioses,
...y son sus ojos el aposento donde residen en armonía el Día y la Noche...

...y son sus cuerpos danzantes los que ahora nos dan la bienvenida con su armonioso trepidar, con ese contorsionar sugestivo que antaño venció la espada, el grillete y la cadena, porque su sola visión subyuga; porque ante un dios, todo mortal sucumbe y calla, para que reine el silencio…