8 de noviembre de 2015

Postales de medio día ( o las "Cunitas del Volcán")


Por Mary Zamora

Aquí, el viento temeroso del sol, que se escabulle por entre las calles angostas. Ahora todos somos otros; ciudadanos hechos de recelo y de sospecha, aprisionando contra sí las escuálidas pertenencias. Allá, los sonsos edificios coronados de excrementos y aleteos. Acá, un muerto de otra época observa desde su ventana perfecta y  ridículamente bella. Ahora, los achaques infundados de una buena señora que pregunta por el Cardenal Salázar. Más allá, un mar de palomas que no podrá corretear don Rufino, instalado estoicamente en su pedestal.


Aquí, las baratijas en el suelo, la felicidad momentánea made in China y una palma de cera que se escapó del Quindío y se mudó a vivir a un patio cualquiera.

Allá, la ebullición del comercio convincente, la blusa, la película, el video, la música, qué busca, qué no busca, qué quiere, qué necesita, el trago, el sexo fácil, costoso y fácil, barato y fácil, el gamín, el loco, el indigente, el habitante de calle, de avenida o transversal, el emberá multicolor y el afro, la dama que muestra, la que esconde o insinúa, el hombre que mira, desnuda o disimula, la pareja del beso y la del grito, la revolución ingenua del reloj solitario que se niega a medir el tiempo, los transeúntes en medio de un cerco de maldiciones petrificadas, las sonrisas de encías despobladas y la calle de las Cunitas del Volcán, así, tan irrisoria y extraña.....



.....la mancha del día se evapora sigilosamente. La brutal sacudida del frío y la ciudad cubierta de telarañas azules. Una mujer rodeada de gente que habla y gesticula en medio de una profusión de luces juguetonas. Una mujer que tiembla al contacto de su voz desconocida y sus manos de premura perfecta, al contacto de sus palabras no dichas, subyugada por la cortesía de su engaño. Una muchedumbre de alegría dispersa, vidente en las tinieblas. Una muchedumbre indefensa en la hora de los lobos.