Por Mary Zamora
Réquiem por un dolor ajeno que es tan mío
vino la tempestad, no así la calma
es hora de partir, emancipada
y vestida de cenizas bajo el agua.
Ya no me aguarda más aquel navío.
En sus velas ondea mi esperanza;
el caudal de mi sed para su río imposible
que surcó sin querer estas montañas
el caudal de mi sed para su río imposible
que surcó sin querer estas montañas
abrazos que no espantan las quimeras
palabras que propician nuevas lágrimas,
el golpe de la sangre lacerando las sienes,
el alma como líquido que abrasa,
los parpados son muros incipientes,
las manos tan grotescas como gárgolas,
este dolor absurdo que ha parido un poema,
este avanzar así, desorientada,
este gesto que imita una sonrisa,
este rostro y su impronta de desgracia,
hacer uso de un falso pragmatismo
convertirlo en bastón (pero no basta)
porque he marchado ya, emancipada
y vestida de cenizas, bajo el agua.